miércoles, 15 de abril de 2009

Lucha espiritual



EFESIOS 6.10
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por lo tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podais resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de la justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Y tomad el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.

El camino a casa fue muy largo y lleno de pensamientos conflictivos, me moría por comunicar la buena nueva, quería compartirlo con quienes más amaba, mi novia, mi madre y mis hijas. No veía la forma de llegar más rápido a casa. Pero el mundo me atacaba y llegaron a mí pensamientos de dudas y temores, de que si creerían en lo sincero de mi cambio, si convencería a la que es hasta ahora en mi corazón "la mujer de mi vida" a darme una oportunidad para vivir juntos en el amor de Dios, si mi hija mayor perdonaría al irascible de su padre que un día la expulsó de su casa por sus malos modales de adolescente, era una lucha sin cuartel que acontecía en mi cabeza.
Finalmente llegue a casa y compartí con mi madre mi felicidad de haber nacido, pero aún así ella supo reconocer en mí lo confundido que estaba.
Me pidió no afanarme con las cosas del mundo, que ahora lo mío es una lucha espiritual, que mi novia regresaría a mí cuando Dios así lo decida, ni antes ni después, y que ahora lo importante era crecer espiritualmente. Que mi hija me perdonaría cuando vea en mí el cambio y no con palabras.
Pero yo me sentía como un niño con juguete nuevo y uniforme de marinerito impecable, como era eso de que ahora me debía convertir en un comando y partir a una guerra que no comprendía ni donde era ni contra quien luchaba.
La respuesta fue muy clara, todo estaba en la Palabra, en el Libro de Dios. Allí estaba todo el manual de guerra que tendría que estudiar para estar preparado para mi lucha.
Me enseñó a conversar con el Espíritu Santo que habita en mi, que él sería mi compañero, mi amigo, mi escudo, mi mensajero, que con él lo tendría todo y si él no tendría nada. Que hermoso tener un compañero de batallas así. El sería mi esperanza en lo adverso. Desde ese momento hablo con él muchas veces al día, desde que me levanto y lo saludo con ánimos y oro con él para que mi novia pueda tener paz en su corazón, para que mis hijas y sus hijos estén salvos de todo mal, para que Dios me de fuerza para seguir adelante y que calme ese sentido de vacío que tengo cuando me doy cuenta que ella no esta a mi lado. Incluso también es el mejor de los somníferos pues le pido que me ayude a descansar y me da paz. Gracias Espíritu Santo eres lo mejor que me ha pasado.

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