domingo, 19 de abril de 2009

El amor de mi hija


SAN JUAN 3.17
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

Invité a mi hija Cristina a que me acompañará a la iglesia ayer sábado por la tarde, ella regresaba de dar examenes en su universidad cansada y sin almorzar, aún así se cambio y cogió sus cosas y bajamos de la mano de su departamento. Ella es mi primogenita, mi anacoreta preferida, es musa y poesía y siempre tenemos esa conexión por el escribir bonito desde el corazón. También ella adquirió el hábito de cargar con los problemas de los demás, se debe a su sensibilidad con las personas que ama, aunque su caracter fuerte lo disfraza muy bien. En fin, Cristina es pasión y como buena hija apasionada hemos tenido muchos encuentros y discusiones, los cuales lamento y me arrepiento, pues Dios me hizo padre para darle el ejemplo de vida a seguir y todo lo que hice fue lo contrario. Le pedí que me perdonara por haberla abandonado en su camino y que me permitiera con el tiempo volver a ser el super papá que fui para ella en la infancia. Lloramos y nos abrazamos.
Entramos a la iglesia y ella me dijo que más parecia un club, y sonrió. Ingresamos al coliseo y el sonido de las voces de alabanzas, las guitarras electricas, el piano y la bateria retumbaban a mil. Le encantó. Empecé a dar gracias a Dios por lo maravilloso de su poder, mis lagrimas demostraban la felicidad que sentia. Cristina me abrazo y seguimos alabando a Dios acompañados de la música.
Desde su nacimiento carnal hasta ese momento no había vuelto a experimentar la mayor felicidad por mi hija. Cuando el pastor Robert invitó que hiciera una oración, que no afectaría su fe religiosa pues ella es catequista catolica, para entregar su vida a Cristo, mi hija oró. Aún las lagrimas de felicidad siguen brotando mientras escribo este testimonio de fe. Mi hija habia aceptado a Dios en su corazón, había vuelto a nacer y yo estaba a su lado.
Cuando todo había terminado ella me abrazó y en lagrimas me agradeció pues era lo que ella necesitaba, su alma anhelaba la paz de Dios.
Gracias Dios mio por haber perdonado todo el mal que hice en mi vida y ahora por darme la oportunidad de reconciliarme con los que más amo y aun faltan más. Tiempo al tiempo.

1 comentario:

  1. Viste Arturo!, viste! nunca es tarde!, que bonito momento y te imagino llorando frente a la pc.. que delicia la que estas viviendo! él pone cosas buenas en tu camino, nunca es tarde..

    un abrazo!

    bendiciones

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